Las espumas son acumulaciones de burbujas de gas separadas unas de otras por
películas gruesas de líquidos, con la propiedad de tener una viscosidad mayor que la
del gas o líquido que la componen. La inyección de espuma consiste en inyectar aire,
agua y un agente químico que la estabiliza, y se realiza a una razón de movilidad menor
que la inyección de gas o líquido solos.
La calidad de la espuma se define como la razón entre el volumen de gas contenido y el volumen total de la espuma, habiéndose demostrado que la máxima calidad es 0,96, ya que se requiere un 4% de líquido para producirla. Las que tienen una calidad mayor de 0,8 se denominan secas, presentan una
mejor dispersión de las dos fases y son más estables; por esas razones se han utilizado
en la mayoría de las investigaciones. Leís que presentan una calidad menor de 0,7 se
denominan húmedas y se caracterizan por la presencia de largas cadenas de burbujas
cilindricas separadas por tapones de líquido.
La inyección de espuma en el medio poroso crea un gran número de interfases
elásticas que ejercen una fuerza tipo pistón sobre el petróleo que es desplazado. El proceso es altamente eficiente ya que las espumas se ubican primero en los poros más
grandes, donde tienden a obstruir el flujo. Los poros pequeños son invadidos luego,
mientras que las secciones más permeables se van llenando de la espuma y la eficiencia de barrido vertical se mejora.
Como la estabilidad de la espuma no es perfecta, la
mayoría de los métodos requieren una inyección continua de la misma. Aun cuando
los factores de escala para extrapolar del laboratorio a las condiciones de campo no están bien definidos, se deben realizar experimentos en las condiciones del yacimiento
para estimar mejor el comportamiento de este material químico.
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